El 14 de Mayo de 2004 Katia, Raúl y yo llegamos a la ciudad de Tingo María, era nuestro segundo viaje a la ciudad como parte de las actividades programadas del Agatsu, como en anteriores ocasiones el cálido recibimiento de mi tía Mireya me hizo sentir nuevamente como en casa, sus hijos Paul y Christian quienes habían participado algunos meses atrás en el Torneo de Kendo Agatsu en Lima nos presentaron a los nuevos practicantes todos ellos entusiastas, la azotea de la casa sería nuestro improvisado dojo para los siguientes 3 días de prácticas.
Al terminar el primer día de práctica nos enteramos que la región sufría una huelga general y que transitar por las calles de la ciudad podría ser peligroso, así que nos concentramos en nuestros entrenamientos las cuales se desarrollaban al aire libre, con el calor inclemente típico de la zona experimenté por primera vez lo que era hacer kendo con el sol sobre nuestras cabezas.
Los tres días pasaron rápidamente y el programa de entrenamientos había concluido, era el momento de regresar a Lima, con los boletos en la mano nos dirigimos a la estación del bus, la encargada nos dio la sorpresa: la carretera hacia Lima está bloqueada por los huelguistas y se corre el riesgo de ser apedreado, conclusión: no había forma de regresar a la capital, y tampoco se vislumbraba una solución a corto plazo.
Al pasar los días Katia logró conseguir un único boleto de regreso en una avión de carga de la Fuerza Aérea, desde tierra Raúl y yo vimos la vimos despegar, aun recuerdo el pesado y torpe avión elevándose con dificultad sobre la tupida selva, Raúl y yo nos miramos - ¿y ahora que hacemos? pues que mas, a seguir practicando.
Y así pasaron los días entre el inicial tedio hasta las prácticas mas introspectivas en solitario, la llegada de las tardes frescas eran bienvenidas y lo aprovechamos para también para practicar los katas de iaido, con ropa para unos cuantos días y sin mas dinero en toda esa monotonía el kendo se había convertido en la única actividad posible. Tras casi tres semanas la huelga finalmente terminó.
Al tomar el bus de regreso Raúl y yo apenas si hablamos de algo, tras 14 horas de viaje llegamos a Lima cerca de la medianoche, nos dimos un apretón de manos - Nos vemos en el dojo - dijimos al unisono y así nos despedimos, el taxi ponía rumbo a mi casa y un pensamiento se hizo mas fuerte en mi cabeza: ¿y que rayos tengo que hacer en el dojo?.